EL MUNDO AL REVÉS
Desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo.La injusticia, es ley natural.
¿Supervivencia de los más aptos? La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el instinto asesino, es virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes acaben con las empresas chicas y para que los fuertes devoren a los débiles, pero es prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar comida con un cuchillo en la mano, "los jodidos siempre estarán jodidos".
Las posibilidades de que un banquero que vacía un banco pueda disfrutar, en paz, del fruto de su afanes son directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que roba un banco vaya a parar a la cárcel o al cementerio.Si se compara, cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula bajo el sol.El arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento.
Caminar es una hazaña y respirar es un peligro en las grandes ciudades contaminadas del mundo al revés, la mayoría de personas están presas del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. En este el mundo al revés, es obligatorio estar llenos de impotencia, amnesia, resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento.
Extracto del libro escrito por Eduardo Galeano